Una humanidad engreída por sus triunfos, técnicos y científicos, quiso renunciar a Dios. Y fueron convocados todos los sabios de aquel planeta.
"¿ Podemos prescindir de Dios?" - preguntaron los jefes de los gobiernos.
"Naturalmente" - sentenciaron unos - "Nuestros ordenadores son capaces de administrar justicia".
"Naturalmente" - afirmaron otros - "Nuestra medicina es capaz de dar y quitar vidas".
"Naturalmente" - argumentaron los astrofísicos - "En el universo no queda ya ningún rincón que escapa a nuestros telescopios"
"Naturalmente" - respondieron los matemáticos - "Hoy sabemos que Dios es una fórmula matemática".
"Naturalmente" - concluyó el resto de los científicos - "Nuestras máquinas son el verdadero y definitivo paraíso"
Y cuando aquella humanidad se disponía a demoler los templos y borrar de su historia hasta el último vestigio de Dios, de entre la humanidad de sabios se destacó uno, mucho más anciano que el resto. Tomando una pizarra, procedió a pintar una flor.
Después, dirigiéndose a la multitud preguntó:
"¿Alguno de los sabios aquí presentes tiene la facultad o el poder de dar perfume a lo que acabo de pintar?"
3 comentarios:
Qué bello y edificante, Dulce.
Besos
El hombre es muy poderoso, solo que, no es capaz de crear una briznita de grama, y so hace es artificial.
Definitivamente solo Dios puede hacer cosas que aunq el hombre quiera imitarlas, nunca podrá hacerlo
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