domingo, 4 de enero de 2009

Cuento de reyes mayos






Érase una vez una familia muy pobre y muy rica a la vez, compuesta por una hija y sus padres.

La festividad de Reyes Magos estaba próxima, se ultimaban los preparativos. Como todos los miembros de la familia eran extremadamente responsables y les gustaba complacer a los demás, cada año, unos días antes de la llegada de esta celebración, se preguntaban unos a otros que regalo deseaban recibir. Nadie quería equivocarse, ninguno de ellos deseaba gastar inútilmente su dinero en un presente que no colmase totalmente las expectativas de quien lo iba a recibir.

Cuando la madre y el padre preguntaron a su hija que regalo deseaba, ella contestó:

- Os daré una carta escrita por mí y lo único que deseo es que la metáis en un sobre y me la enviéis por correo como si la hubieseis escrito vosotros.

Los padres se miraron con cara de extrañeza, después miraron a su hija enarcando las cejas con los ojos como platos y justo cuando la madre iba a abrir la boca para mostrar su opinión al respecto, su hija se llevo el dedo índice a los labios pidiendo silencio y dijo:

- Es mi decisión y no voy a cambiar de idea; si de verdad queréis complacerme eso es únicamente lo que tendréis que hacer.

Aquella misma noche Martina, que así se llamaba la hija, escribió la carta que sus padres tendrían que enviarle como regalo de Navidad.


Querida Martina:

Es la primera vez que tu padre y yo te escribimos para contarte de nosotros y de lo que a lo largo de los años hemos aprendido. Nos hubiera gustado que todo este tiempo que estás con nosotros nos hubieras visto profundamente enamorados, cuidándonos y respetándonos, así es como ocurre el amor. Pero no lo has visto por que sencillamente no ha ocurrido, y si no lo has visto, como vas a poder creer que te va a suceder a ti, ¿Verdad?

Nuestro guión ha sido pobre, pero aún estamos a tiempo de hacer algo. Antes de nacer tú, nosotras, tú y yo, hicimos un pacto en el que acordamos nuestros papeles, nuestra manera de hacer, nuestras creencias y nuestra educación, para vivir la experiencia única de una vida terrenal en este Universo. Debes saber que los hijos, pueden superar a los padres en sus logros. Nos esforzamos para que pudieses estudiar, cierto que no tanto como hubieras querido, para darte una casa con ciertas comodidades y algún que otro capricho. Ahora queremos decirte que jamás debes sentirte culpable por que tuviste estas cosas de las que nosotros carecimos mientras crecíamos. Queremos que experimentes el gozo y la paz de liberarte por ti misma de cada creencia errónea que has aprendido de nosotros y te limita. Te liberamos de todas las experiencias de nuestra vida que te vinculan con el miedo, con el dolor, con los mandatos, con el “todo no se puede en la vida”; es justo que te liberes de ellas; nosotros no sabíamos lo suficiente cuando te las transmitimos pero con ellas también recibiste la posibilidad de trascenderlas y alcanzar la felicidad. Ese es el camino que te conducirá a lo que buscas, a encontrar tu sitio en el mundo, tu razón, tu propósito y por ende la felicidad de los que te rodean. Todos los seres que están aquí contigo te brindan la posibilidad de enfrentarte y superar tus ilusorias limitaciones, y cada vez que lo consigues el Universo entero festeja que se ha cumplido tu propósito. Tus logros son uno con lo que de verdad somos todos, la Unidad.

Nosotros aprobamos lo que haces y estamos muy orgullosos de tus merecidos logros. Te liberamos de las experiencias dolorosas que hemos vivido y del compromiso de repetir esas prácticas de sufrimiento que no forman parte de tu vida, por que tú hija estás libre de la necesidad de esas vivencias, por que tu tienes otros recursos, otro conocimiento y mereces, tienes el derecho de alcanzar tus metas y materializar tus ilusiones, liberándote y encontrando así la manera de ayudar a liberarse a los demás. Yo, hija, crecí sintiendo que lo que de verdad vale la pena, cuesta mucho y se obtiene con sacrificio. Así pensaba también la mamá que yo elegí, tu abuela, con la que también tuve que acordar mi rol antes de nacer, así me eduqué y viví. Me casé con tu papá, que sostuvo el papel de “hombre pobre” que perdió a su madre y a sus hermanos cuando era un niño, que pasó hambre y necesidad, que vivía en una casa de ladrillos de adobe que cuando llovía y venteaba se venía abajo, que trabajó desde que tenía siete años cuidando caballos en una era durmiendo en el suelo, sólo…y aprendí esa sensación de terrible injusticia que yo misma también padecí y convencida de que había que luchar y luchar por lo que se quería te lo transmití a ti para que estuvieras preparada en la vida. Pero tu padre y yo hemos descubierto que la lucha nunca es buena, que las cosas que nos acontecen son percepciones individuales de una realidad mayor, que el sacrificio no es necesario, que todos estamos en el mismo lado y sobre todo sabemos con certeza que tú puedes trascender todas estas creencias erróneas que te hemos transmitido. Por eso con todo el amor que somos capaces y disponemos te liberamos de cada lazo que te ate al dolor, al rencor, a la separación, al fracaso, a la condena, al juicio, a la superioridad y a todo lo que puede limitar tu esencia divina. Te animamos a que dejes a un lado las creencias que te hemos transmitido desde nuestra ignorancia, a las que hoy aún estas aferrada, por que crecer es encontrar la propia verdad.

Estamos orgullosos de lo que haces cada día, te aseguramos que tu felicidad y tu triunfo son nuestra alegría. Nada nos hace más felices que ver que eres capaz de superar tus limitaciones y desde aquí te enviamos nuestro abrazo, nuestro amor para que sirvan de sostén a tu firmeza y valentía mientras recorres este hermoso camino en la tierra.

Siempre estamos contigo. Tus papas.


Y cuentan que este sencillo tesoro fue entregado por Martina a sus padres que fieles al deseo de su hija corrieron en la víspera de Reyes hasta la estafeta de correos para enviar a su niña tan singular presente.

Y cuentan también que muchos años más tarde una Martina encanecida y razonablemente feliz escribió a su hijo Ignacio, cuando cumplió veintidós años, una maravillosa carta como regalo de cumpleaños.

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C144

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