martes, 15 de abril de 2008

"¡AH! LA MUJER"



Abre bien tus ojos,
que afuera está la vida

La personalidad femenina es rica y muy compleja. La mujer es melodía y poesía, es ternura y momento. Vive el detalle, la concreción y la pequeñez. Su rumbo es la esperanza, la vitalidad y la fortaleza. Es dispensadora de gracia y humor. Su desprendimiento, resistencia y solicitud no tienen límites. Su índole innata es la capacidad esencial del amor. Derrocha su propio ser que es el cariño, la seguridad y la moderación. Es la vida, portadora y dadora de la vida y afirmación de la vida, por eso va delante, su visión es más amplia, admite la innovación y avizora un horizonte más ancho. En la penuria y desgracia, es sostén y báculo de pacificación. En la percepción de la realidad, desecha lo colectivo y viene a lo individual. Es la familia y es la educación. Su condición natural de diálogo y de paz contribuirá siempre en este ambiente materialista al crecimiento de individuos que vivan la entrega, el servicio y el amor al prójimo menos violentos y egoístas. Allí donde exista la dirección y el ordenamiento de la mujer, la sociedad encontrará solución a muchos problemas y se creará un ambiente más libre, justo y dialogante.


La mujer es el principio conformante de la familia, de manera que, cuando falta, la familia se diluye, se disgrega y casi deja de tener entidad. Es la que une, entronca y da consistencia; ella crea hogar, hace familia. Sostiene y vitaliza al marido, al tiempo que da vida y educa a los hijos.


El íntimo entronque existente entre educación y desarrollo individual y social indica la relevancia sobresaliente con que la sociedad ha de tratar y suscitar la instrucción materna, familiar y escolar.


Madre es la palabra más dulce que se pronuncia. La madre es amor, abnegación, amparo y ternura. Madre significa comprensión, seguridad, sacrificio. Beso y abrazo es madre. Sonrisa y calor es madre. Es rosa y jazmín, fragancia y miel.


Y, así, con ese hondo sentimiento, añorando siempre su falta, pues su ausencia se siente siempre prematura, le cantamos en versos emocionados:


Madre, tú eres mi savia y mi rocío,
el hálito que me hace resistir;
si me dejas, no quiero ya existir,
sin ti, el mundo será mi desvarío.


Eres timón y quilla en mi navío,
dársena cierta donde persistir;
por ti, jamás habré de desistir
del rumbo que me diste tú con brío.


Tus ojos son mi luz y mi firmeza,
tus brazos, mi sostén y mi cimiento
y tu rostro, mi faro de certeza.


Cúbreme con tu mano de entereza,
insúflame las velas con tu aliento
y apriétame en tu pecho de pureza.

Yo tengo la tristeza
de haberla despedido muy temprano;
siento un desgarro estoico ya lejano.


Extraido de...


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